ISSN 1995 - 7785 | Año 34 | Junio 2025 | Vol. 1

Introducción

¿Cómo reconfigura la Inteligencia Artificial Generativa la agenda educativa?
Un nuevo incentivo para poner a la educación a la altura de nuestras circunstancias históricas

Verónica Tobeña
FLACSO Argentina 

Desde que comenzó a perfilarse la cultura digital con la penetración de Internet, el campo educativo (tanto el ámbito de la investigación, el de la gestión, como el de los agentes de la enseñanza) se encuentra procesando cómo interpela su surgimiento el proyecto formativo de las instituciones de educación formal. Superado el rechazo y la celebración, -reflejos típicos en materia de recepción de las innovaciones tecnológicas que a priori nos divide invariablemente entre “apocalípticos o integrados”-, la problematización de la tecnología se desplegó en distintas líneas y giró en torno a múltiples ejes de relevancia variada para el quehacer educativo. La preocupación por el acceso y por cómo interviene la tecnología en la producción y reproducción de la desigualdad socioeducativa; la pregunta por los saberes técnicos que exige su uso y por las distintas habilidades que conlleva su manejo; la inquietud por los potenciales riesgos a los que nos expone habitar el territorio digital; la cuestión de la mutación cultural y los cambios subjetivos que la ecología digital modula, son algunas de las aristas con más densidad reflexiva en ese arco de problemas que fue configurando el advenimiento de la tecnología digital para el campo educativo.

Pero esas problematizaciones que fue propiciando la cuestión digital no hacían foco en la pregunta por cómo interroga a la propuesta escolar la revolución digital, es decir, no se planteaba para qué sociedades estaba formando, qué subjetividades debía fabricar, qué relevancia conservaba su proyecto formativo en el contexto digital. En suma: ¿cómo hacer escuela cuando se desdibuja el suelo cultural, moral, político, económico, social y epistemológico en el que se cimentaba la escuela? Porque todas esas dimensiones se vieron trastocadas con la expansión de la cultura digital. ¿Cómo hacer escuela en el contexto contemporáneo, marcado por la aceleración, la fragmentación, la incertidumbre? ¿Cómo debe vincularse con el saber una institución pensada para impartir conocimientos a partir de un código cifrado como la escritura, en un contexto de escasez de información como el pre-digital, y en una lógica lineal y secuencial marcada por un artefacto cultural como el libro, cuando todas esas condiciones resultan extemporáneas?
Quizás sea la pregunta por el cambio de paradigma que implica el pasaje de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control que la transformación digital promueve, el núcleo más significativo y rico para pensar en profundidad los desafíos que tiene la escuela en la era digital. En definitiva, parece ser la teoría del poder que acuñó Michel Foucault el eje cardinal de la educación que está en juego cuando nos planteamos la pregunta: ¿para participar de qué sociedades deberíamos estar formando?

No es que no hayamos avanzado en esa dirección. La comunidad educativa internacional ha construido consenso respecto a cuáles son las habilidades en las que corresponde formar en el siglo XXI, y se ha problematizado extensamente la importancia de revisar la matriz ilustrada en la que se referencia la escuela para abrirla a las perspectivas sistémicas y los enfoques de la complejidad que han ofrecido una lente mucho más potente para mirar la realidad. Sin embargo, todavía no hemos logrado dar con la llave que destrabe la inercia que mueve a la escuela y así conseguir accionar las palancas que la pongan a funcionar en sintonía con las exigencias de nuestra época.

Entonces, no se trata solamente de la pregunta que nos obliga a pensar cómo se hace escuela hoy, sino también la que nos empuja a imaginar cómo hacemos para poner a trabajar a nuestro sistema educativo en favor de ese proyecto formativo que convenimos adecuado para estos tiempos.

La llegada de la Inteligencia Artificial generativa (en adelante IAg) en noviembre de 2022 nos sorprende en medio de esta tarea de pensar estas dos cuestiones (¿a qué proyecto formativo debe responder hoy la escuela? y ¿cómo realinear su trabajo en función de esa reconfiguración de su misión?). Su especificidad parece implicar un salto cuántico, una novedad irreductible a los desafíos que trajo la cultura digital, “esto es otra cosa”, “son algoritmos que narran”.

¿Deberíamos abandonar lo pensado, archivar nuestros marcos teóricos, cambiar las preguntas que organizaban nuestra agenda de pensamiento?

Este dossier parte de la convicción de que la IAg nos abre nuevos desafíos, porque la novedad que introduce es muy disruptiva, pero que de ningún modo nos aparta del camino recorrido. Sigue vigente la pregunta por cómo hacer escuela hoy y la urgencia por encontrar los botones que desactiven su movimiento inercial. En todo caso esa agenda de trabajo se hace más densa, incluye nuevas aristas, conlleva mayor complejidad y profundiza las dificultades, pero no cambia su signo ni modifica su esencia.

Dedicamos este dossier a pensar en qué consiste entonces la complejidad que añade la IAg a la discusión educativa en su dimensión epistemológico-pedagógica y qué especificidad agrega a su agenda de trabajo. Para ello solicitamos contribuciones a investigadores y docentes, especialistas que vienen produciendo masa crítica para pensar la relación entre educación y tecnologías digitales desde hace mucho tiempo, convencidos de que la llegada de la IAg es una oportunidad, un nuevo incentivo para capitalizar lo aprendido y aprovechar esta coyuntura novedosa que nos predispone a revisar nuestra caja de herramientas, para impulsarnos hacia una educación a la altura de estas circunstancias históricas.

Presentamos brevemente los artículos que conforman este dossier:

El texto de Mariana Ferrarelli y Carina Lion nos introduce en la complejidad, en los dobleces de las tecnologías digitales en general y de la IAg en particular. Ya desde el título, Espejos y espejismos: diálogos entre enseñanza, aprendizajes e IAg, las autoras nos confrontan con el enrarecimiento de la realidad (o de nuestra percepción de ella) que propicia la llegada de la IAg, y nos sitúan así en un marco en donde la regla es la difuminación de todo límite y un primer desafío es discernir entre “lo humano y lo artificial, lo real y las ‘ilusiones ópticas’” así como discutir críticamente el solucionismo tecnológico en el que abrevan sus narrativas legitimadoras, que van desde la personalización hasta el autoaprendizaje. Sin tirar “el bebé con el agua sucia”, Ferrareli y Lion se posicionan frente a los desafíos que trae para la enseñanza y el aprendizaje la IAg y, por un lado, nos brindan argumentos epistemológicos para ayudarnos a comprender a qué desplazamientos nos empuja la disponibilidad de esta tecnología si asumimos una perspectiva del aprendizaje pleno y, por otro lado, nos inspiran a través de un repertorio rico de estrategias pedagógicas para repensar la tarea de enseñar.

El aporte del artículo de Valeria Odetti reside en el ángulo en el que se sitúa para pensar los sesgos de la IAg, todo un tópico cada vez que hablamos de algoritmos. Su originalidad está en correrse de la pregunta por los sesgos inherentes a los resultados o los productos que entrega la IAg, para desplazarse hacia las premisas o concepciones pedagógicas que configuran y determinan sus producciones. Odetti realiza así una suerte de arqueología epistemológica de la IAg, con la que nos permite reconstruir los múltiples hilos con que se teje la idea de lo que es enseñar y lo que es aprender para esta tecnología, de cuyo modelado participan imaginarios globales, imaginarios mercantilistas e imaginarios nacionales. Al revisar las premisas que organizan las producciones de la IAg, la autora encuentra que en sus bases hay una lógica algorítmica, es decir, una lógica que “reduce la práctica pedagógica a una serie de pasos rígidos, secuenciados; reglas fijas; sumatoria de técnicas y procedimientos válidos para resolver cualquier problema, en cualquier situación o contexto”, y que esta lógica no es privativa de esta tecnología sino que ya estaba presente en tendencias pedagógicas pre-digitales como ciertos manuales escolares tradicionales, pero el reto frente a la pátina innovadora con la que deslumbran estas tecnologías y su aparente neutralidad técnica está en que nos predisponen a aceptarlas acríticamente. A partir de su análisis Odetti sistematiza cómo se manifiestan esos sesgos y para finalizar, nos ofrece fundamentos para integrar la IAg con sentidos pedagógicos, tanto en lo que respecta a la tarea individual como a la labor institucional en sus múltiples planos de intervención (nivel curricular, acompañamiento docente y política institucional).

En el artículo ¿Cómo habitar sistemas sociotécnicos complejos? Herramientas para agentes de la escala intermedia, Julián Mónaco reconstruye el largo camino que nos llevó a este presente. Dice su autor: “(…) junto con la emergencia del campo de las inteligencias artificiales y de la industria atómica, se puso en marcha el proyecto de construir una sociedad mediatizada; proyecto que, con el shock de virtualización (Costa, 2021) que implicó la pandemia, parece haber llegado a su fin —pero no en el sentido de que terminó, sino en el de que cumplió con su cometido”. A partir de la reconstrucción de este camino (que además se apoya en películas para dar cuenta de: la máquina que constituye la primer semilla de una inteligencia artificial1; el desarrollo de la bomba atómica2; y el momento actual, caracterizado por sistemas técnico-políticos con poderes inhumanos que nos exceden3), el autor hace foco en los agentes de la enseñanza en tanto agentes de la escala intermedia “—que no es la escala en la que opera Google, pero tampoco la de los ‘usuarios’”—. Su intención es la de contribuir al fortalecimiento de su labor educativa aportándoles desde un frente epistemológico, y desde un frente pedagógico. El aporte epistemológico se nutre de la perspectiva teórico-analítica del TecnocenoLab4 que trae elementos cardinales para pensar a la IA, mientras que las contribuciones pedagógicas surgen de la propia caja de herramientas del autor, estrategias que él mismo implementa como agente de la escala media en las aulas universitarias.

El texto de Verónica Tobeña es una rara avis, puesto que no es estrictamente un artículo sino que es una entrevista apócrifa a un artista plástico ficticio que crea su obra con IAg. Desde el título (Un ejercicio de provocación para aguijonear la imaginación pedagógica en tiempos de IAg) la autora nos advierte que se propone azuzarnos, conmover nuestro imaginario en torno a la IAg y a las prácticas de enseñanza que se apoyan en su uso. El trabajo está introducido por una breve presentación del marco que propició este planteo: se trata de un trabajo presentado para la evaluación final de la materia Comunicación y Educación de la cátedra Sandra Carli que se dicta en el profesorado en Ciencias Sociales de la carrera de Ciencias de la Comunicación de la UBA, que Tobeña se encontraba cursando en el primer cuatrimestre del año 2023 y cuya consigna fue “Situado en el género dossier de una revista cultural, escriba un artículo o invente una entrevista a un artista plástico que cree sus obras con Inteligencia Artificial Generativa y que le permita problematizar y/o analizar críticamente la relación de la Educación con la IAg, utilizando la bibliografía de la materia”. ¡Spoiler alert!: la autora aprovecha la condición ficticia de la escena que construye, como estrategia para llevar los argumentos al extremo, asumiéndose como abogada del diablo de la IAg, buscando así provocar la reflexión, en el sentido cabal de la noción “provocar”. Este planteo le permite revisitar conceptos como el de cyborg para pensarnos como “una aleación entre máquina y biología”; reflexionar sobre los “prompts” en términos de provocadores con los que ponemos a funcionar a la IA para lograr desnudar la cosmogonía de la cultura occidental que setea esta herramienta; y proyectar nuevas formas de trabajo para la escuela, superadoras del modelo del panóptico que le impuso su matriz disciplinaria.

Para finalizar, incluimos dos artículos publicados originalmente en inglés por el MIT en el mes de marzo de 2024, y que aportan un enfoque que revaloriza la política pedagógica en un caso y la perspectiva histórica en otro, como marcos insoslayables desde los cuales aproximarnos a los desafíos que trae la irrupción de la IAg a la educación.

El artículo de Mitchel Resnick se titula La inteligencia artificial generativa y el aprendizaje creativo: desafíos, oportunidades y decisiones y examina las tensiones que surgen al incorporar tecnologías de inteligencia artificial generativa en los entornos educativos. Resnick parte de la pregunta sobre qué tipo de aprendizaje y educación queremos promover y alerta acerca de usos de la IA que tienden a restringir la autonomía estudiantil, reforzar problemas cerrados y subestimar la dimensión comunitaria de la enseñanza. A la vez, identifica oportunidades significativas para orientar estas tecnologías hacia un enfoque construccionista del aprendizaje, sintetizado en las “cuatro P” por sus iniciales en inglés (proyectos, pasión, pares y pasatiempos o juegos). Desde esta perspectiva, propone diseñar y usar la IA como un recurso que potencie la creatividad, la colaboración y la curiosidad de los estudiantes. La contribución del texto al dossier radica en señalar con claridad que el impacto de la IA en la educación no depende solo de sus capacidades técnicas, sino de decisiones pedagógicas y políticas sobre su integración.

Por último, en el texto Innovaciones disruptivas que impulsan la transformación educativa: la alfabetización, la calculadora de bolsillo, Google Translate y ChatGPT, Per Urlaub y Eva Dessein abordan el desembarco de la IAg en la enseñanza de lenguas y humanidades a partir de un análisis comparativo con tecnologías previas —la escritura, la calculadora y la traducción automática— que en su momento suscitaron resistencias y luego fueron progresivamente incorporadas. El artículo reconstruye los debates en torno a cada innovación, mostrando cómo su integración exitosa en el currículo requirió un replanteamiento de los objetivos educativos y un liderazgo institucional capaz de orientar las prácticas docentes. A partir de estos antecedentes, los autores sostienen que el caso de ChatGPT seguirá un camino similar, pasando de la desconfianza inicial hacia una incorporación planificada que puede revitalizar el aprendizaje crítico y comunicativo en las humanidades. Su inclusión en el marco de este dossier nos permite situar la discusión actual en una perspectiva histórica, invitando a pensar la IA no como amenaza sino como oportunidad para redefinir metas pedagógicas de largo plazo.

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